jueves, 19 de julio de 2012

Fragmento del Ramayana





Fragmentos del Ramayana


I



Así el rey de los lógicos exclama,

Para probar el sólido cimiento

De las virtudes místicas de Rama:

-¡No sabes, oh varón, cuanto lamento

Rebajada encontrar la inteligencia

Al nivel del común entendimiento!

¿Que pensador no tiene la evidencia

Que de los libros santos y morales

Fueron hechos por hombres sin conciencia,

Para engañar a los demás mortales

Y hacerles dar sus bienes sin violencia?

He aquí, en resumen, su doctrina toda:

Ofrece sacrificios,

De santa austeridad vive en el ocio,

Consúmete en anillos y en cilicios

Y entrega tu dinero al sacerdocio.

¡Oh rey sencillo, de tu mente loca

Aparta el religioso devaneo;

Sólo lo que se ve, se gusta y toca

Es digno de tu amor y tu deseo.

Dime: ¿De tus abuelos cual ha sido,

Con ser reyes magnánimes, la suerte?

De la tierra, ¡infeliz! los ha barrido

El soplo emponzoñado de la muerte,

Y nadie saber puede a donde han ido.

El ciego fanatismo se imagina

Que está donde él desea.

¡Oh, cómo el ignorante se fascina

Con el sueño mentido de una idea!

A nuestra vista la verdad se esconde

Nada hay seguro que cierto sea,

¿El mundo mismo existe? Dime donde.-





Como elefante enfurecido, Rama

Escucha airado la palabra atea,

Y con voz del aquilón exclama:

-Imposible es que el pecho me taladre

El aguijón punzante de la duda;

La santa fe lo escuda,

La santa fe que le infundió mi padre.

Así como el caballo generoso

Obedece al señor que lo domina,

Y es esclava la esposa de su esposo,

Me rindo a mi Padre a la doctrina.

Y resucito a tu voz,como a la saña

Del huracán furioso

Resiste inquebrantable la montaña.-



II



-¡Vuélveme a Roma, tirano!-

El anciano Rey, oyendo

Que su esposa le acrimina

De Rama por el destierro,

Traspasado por la pena

Y el cruel remordimiento,

Cayó, cerrando los ojo,

Desvanecido en su lecho;

Mas, a poco, recobrado,

Así le dice, gimiendo:

-Por el amor de tu hijo,

Esposa mía, te ruego

Que en mis heridas no pongas

De tus quejas el veneno.

Si me quieres, no me acuses.

Tus suspiros y lamentos

Son para mí más terribles

Que el estallido del trueno.

Te juro en mi agonía,

No me abrumes con el peso

De tu dolor, ya que tanto

Me abruma, a su vez el cielo.-



Al oír estas palabras,

Que desbordadas salieron



Entre sollozos profundos

De un corazón ya deshecho,

La Reina cayó a las plantas

De su esposo, y reprimiendo

Su dolor, juntas las manos

Como quien reza en el templo,

Y la undosa cabellera

Esparcida por el suelo,

Le dice:

-¡Rey de los hombres!

Perdona si el sentimiento

Me hizo pronunciar palabras

Que ser no dichas debieron.

La mujer a quien su esposo

(Que es de los dioses espejo)

Con entrambas manos juntas

Dirige lloroso un ruego,

Si a sus súplicas no accede

Y desoye sus lamentos,

Ni en esta ni en la otra vida

Encuentra paz ni consuelo.

¿Que te dije en mi amargura?

Al hablar el sufrimiento,

La voz de la inteligencia

Guarda profundo silencio.

¡El dolor! No tiene el hombre

Enemigo más tremendo.

Obscurece la memoria,

Anubla el entendimiento,

Acaba con la paciencia

Y hace al piadoso blasfemo.

Puede curarse la herida

Que causa un tizón ardiendo;

Mas la que hace la triteza,

¡Oh caro esposo! en el pecho,

Esa que viene del alma

Y crece y crece en silencio...














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